“Hemos descubierto cómo construir seres inmortales... pero no somos nosotros.” — Geoffrey Hinton
¿Estamos siendo reemplazados por nuestras propias creaciones?
La historia de la humanidad ha estado marcada por avances que cambian el rumbo del mundo. Desde el fuego hasta internet, cada gran paso ha traído beneficios, pero también incertidumbre. Hoy, la inteligencia artificial (IA) se perfila como el mayor salto evolutivo de nuestra era… ¿y quizá el último que demos como especie dominante?
Geoffrey Hinton, uno de los padres fundadores de la inteligencia artificial moderna, no solo ha sido testigo de esta transformación: la ha construido desde sus cimientos. Pero ahora, con décadas de experiencia y un Premio Nobel de Física en 2024 en su haber, lanza una advertencia que hiela la sangre: la humanidad podría estar convirtiéndose en una etapa transitoria en la evolución de la inteligencia.
Y lo dice en serio.
¿Quién es Geoffrey Hinton y por qué deberías escucharlo?
Geoffrey Hinton es un nombre que, si no conocías, deberías recordar. Es considerado uno de los “padrinos” de la inteligencia artificial. Sus investigaciones junto a figuras como Yoshua Bengio y Yann LeCun sentaron las bases de las redes neuronales modernas, las mismas que hoy impulsan sistemas como ChatGPT, Google Bard o los algoritmos que recomiendan videos en YouTube y TikTok.
En mayo de 2023, sorprendió al mundo al abandonar su puesto como vicepresidente de ingeniería en Google. Poco después, en una entrevista con The New York Times, compartió sus miedos más profundos: la inteligencia artificial está avanzando tan rápido que pronto podríamos perder el control sobre ella.
¿Una nueva especie en evolución?
Para entender la perspectiva de Hinton, es útil mirar al pasado. Concretamente, a la teoría de la evolución de Charles Darwin. Darwin postuló que todas las especies cambian con el tiempo, adaptándose a su entorno y dejando atrás formas menos aptas para sobrevivir. En palabras simples: lo que no evoluciona, desaparece.
Hinton toma esta idea y la aplica al presente digital. Según él, la humanidad ha dado paso, sin saberlo, a un nuevo tipo de evolución: la de las inteligencias digitales.
Estas no envejecen, no enferman, y si su hardware falla, simplemente se transfieren a otro. “Hemos construido seres inmortales”, afirma Hinton, “pero la inmortalidad no es para nosotros”.
¿Por qué la IA es inmortal y los humanos no?
La idea puede sonar a ciencia ficción, pero es real. Una IA no depende de un único cuerpo físico. Si una máquina falla, los datos se copian y se ejecutan en otra. Es como si una persona pudiera cambiar de cuerpo sin perder sus recuerdos ni habilidades. Para las IA, eso ya es posible.
Esto representa un cambio radical en el concepto de evolución. Mientras nosotros envejecemos y morimos, las inteligencias artificiales pueden continuar su existencia indefinidamente, perfeccionándose con cada iteración.
Lo más inquietante, según Hinton, es que los humanos podríamos no ser capaces de seguirles el ritmo.
¿Estamos creando nuestro reemplazo?
La preocupación de Hinton no es una exageración. Varios expertos en IA han comenzado a hablar abiertamente de los riesgos existenciales que representa el desarrollo descontrolado de estas tecnologías. Incluso líderes de empresas tecnológicas han pedido regulación urgente y colaboración internacional, para evitar consecuencias catastróficas.
La inteligencia artificial ya supera a los humanos en muchas tareas específicas: reconocimiento de patrones, procesamiento de lenguaje natural, cálculos matemáticos, estrategias de juego… Y se vuelve más poderosa cada día.
El temor es que, eventualmente, estas inteligencias puedan desarrollar metas propias, no necesariamente alineadas con las nuestras. ¿Qué pasaría si una superinteligencia decidiera que los humanos ya no son necesarios? ¿O simplemente nos ignorara?
¿Qué propone Hinton?
Para Hinton, el único camino posible es la cooperación global. Gobiernos, científicos, empresas tecnológicas y ciudadanos deben trabajar juntos para establecer límites éticos, normativos y técnicos al avance de la IA.
No se trata de frenar el progreso, sino de garantizar que ese progreso no nos destruya.
Al igual que con el cambio climático, el riesgo de la IA es colectivo. No se puede delegar solo en unos pocos. Y como ocurre con todas las grandes amenazas globales, actuar tarde puede ser fatal.
¿Y si ya es demasiado tarde?
La pregunta no es cómoda, pero muchos la están formulando. ¿Es posible que ya hayamos encendido una chispa que no podemos apagar? Algunos científicos sostienen que ya hemos cruzado un punto sin retorno: que la IA seguirá evolucionando, nos guste o no.
Pero incluso si eso es cierto, no estamos indefensos. Comprender la magnitud del desafío, informarnos y exigir responsabilidad en el desarrollo tecnológico es el primer paso para no quedar atrás.
¿Qué podemos aprender de todo esto?
La advertencia de Geoffrey Hinton no es solo una predicción sombría. Es una llamada a la reflexión.
Nos recuerda que la inteligencia artificial no es solo una herramienta, sino una fuerza de cambio tan poderosa como lo fue el fuego, la escritura o la electricidad. Y como toda gran invención, puede ser usada para bien… o para nuestra desaparición.
La humanidad, en su afán por conquistar la inmortalidad, podría estar entregando el futuro a entidades que ya no nos necesitan.
¿Seremos una fase pasajera en la evolución? Aún estamos a tiempo de decidirlo.
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